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Lago Titicaca

Lago Titicaca: el significado del azul.

PERU

¿Qué es el color azul para nosotros? ¿Cómo nos relacionamos con él? Ése color, que acompaña todos nuestros dibujos infantiles cuando representábamos el mar o el cielo, pero con el que ninguna fruta o vegetal se identifica. Dibujábamos uvas y berenjenas azules a pesar que sabíamos que ése no era su color.

Y es que nuestra relación con el color azul ha sido un poco accidentada a lo largo de la historia. Ni los chinos ni los griegos ni los árabes ni los islandeses ni los hindúes incluyen en sus relatos antiguos la palabra azul. El cielo es rosado y el mar es rojo en la Iliada y en la Odisea. Esto lo explican los lingüistas al mencionar que los idiomas primitivos describen el mundo primero en términos de negro y blanco, luego incluyen el rojo, por la sangre, después vienen el verde y el amarillo y al final, como quien no quiere la cosa, llega el azul.

De hecho, el color azul está ausente también en los inicios del arte. Es recién en la Edad Media que a partir del lapislázuli se crea el color azul ultramarino, llamado así porque lo traían de Afganistán, y que era el pigmento más caro en esa época, incluso más que el oro. En el Perú antiguo, se conocía el lapislázuli desde mucho antes que los incas, y estos últimos incluían el azul dentro de sus ceremonias principales para pintar huacas y vestir al Inca y sus sacerdotes.

Azul se dice larama en aymara, el idioma originario del altiplano, que incluye el norte de Chile, parte de Bolivia y Puno en Perú. No sabemos si el aymara antiguo conocía la palabra larama, pero es difícil de imaginar, en especial si alguna vez van a Luquina Chico. Ahí, bajo un cielo despejado, el lago Titicaca se muestra en su máximo esplendor. En ese lugar, con la mirada perdida en el horizonte, es imposible no pensar en una sola palabra: azul.

Bienvenidos a Go Latin American Podcast, programa exclusivo de Go Latin American Travel, soy José Lahura.

Muchas gracias por escucharnos. Este es nuestro primer programa y lo que queremos es hacer algo ligeramente diferente a otros podcasts de viaje, ya que lo que queremos en realidad es compartir con ustedes más que un atractivo turístico, una experiencia. Luego de esta pandemia el mundo no volverá a ser el mismo y muchas cosas cambiarán y otras tendremos que cambiarlas, incluyendo el turismo. Atrás quedará ese turismo agresivo y depredador que promueve la destrucción de paisajes naturales e históricos, aquel que nos lleva de un lado a otro sin poder respirar, aquel no nos permite tener una conexión con las personas, una verdadera experiencia.

Así que para eso estamos, cada semana vamos a compartir una nueva experiencia por Latinoamérica, y esta semana arrancamos con Luquina Chico y con Luis Asencio.

Luis Ascencio vive en Luquina Chico. Él es viudo, padre de nueve hijos de los cuales siete son mujeres. Desde siempre, en este pueblo a orillas del lago Titicaca, la principal actividad económica ha sido la agropecuaria, campos de habas, olluco, papa, cebada, avena, y por supuesto, quinua. Je. Quizás no haya nada más hermoso que un campo de quinua cuando está en flor. Plantas que van desde el metro y medio hasta los tres metros, con unas ramas que se dirigen hacia el cielo en forma de racimos de vívidos y diferentes colores...

rojo, verde, amarillo, morado, la naturaleza nos muestra que aún tenemos intacta nuestra capacidad de sorprendernos.

También hay ovejas, principalmente, con las que los pobladores preparan sus lanas de distintos grosores y así tejer todo tipo de textiles, faldas, ponchos, abrigos, chalinas, guantes, manteles, incluso ropa blanca y bordados, trabajo que comparten tanto hombres y mujeres. Y es que en Luquina Chico las tareas están repartidas por igual sin importar el género, ya sea en la cocina, en el campo o en el telar.

Pero sin necesidad de profundizar en temas económicos y sociales del mundo rural en los andes latinoamericanos, lo cierto es que la vida en Luquina Chico era muy difícil. Mientras tanto, las islas de los Uros y Taquile se llenaban de cientos de turistas diarios. Pero seamos sinceros, sin recursos ni formación era muy complicado que pudieran abrir sus puertas a los turistas y que éstos los visiten. Si bien Luquina Chico tiene una vista impresionante debido a que se encuentra en una península del Lago Titicaca,

otros pueblos aledaños tenían restos arqueológicos puestos en valor, infraestructura desarrollada y contactos con los operadores turísticos que les garantizaban una afluencia constante de turistas.

La única manera de atraer visitantes era si se organizaban como comunidad y juntos asumían la tarea de reinventarse sin perder un ápice de su esencia. Luis, como juez de la comunidad, junto a su hijo Richard y otros pobladores decidieron unir esfuerzos y desarrollar el Turismo Rural Comunitario en Luquina Chico. Gracias a la orientación del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo y otras instancias gubernamentales, poco a poco fueron limpiando la comunidad y sus alrededores, arreglando y uniformizando las construcciones, mejorando las cocinas,

construyendo habitaciones para los huéspedes, diseñando el restaurante. Todo esto además acompañado de una profunda capacitación que incluía calidad en el servicio de atención al turista, cuidado en la selección y preparación de los alimentos, creación de productos de interés para los visitantes.

Esto último es muy importante. Para el que llega a Luquina Chico le espera no solo una vista majestuosa del Lago Titicaca, sino 32 familias listas para atenderlo de un modo sorprendente. Por un lado están los servicios de alguna manera tradicionales como aquellos que involucran actividades relacionadas al lago mismo. Ahí se puede practicar pesca artesanal, en especial la pesca de la trucha dorada, que por cuestiones de sostenibilidad requiere que el visitante compre los pescados que consiga, los cuales serán cocinados luego en el

restaurante y que evita que se deprede la fauna de manera indiscriminada. Asimismo, hay actividades en botes a vela, a remo y en kayak que lo llevarán hasta la punta de la península de Chucuito, ahí en donde el lago se hace interminable, enmarcado por los distantes nevados bolivianos de la otra orilla.

También hay algunos restos arqueológicos cercanos a Luquina Chico, en especial chullpas, que son unas torres funerarias construidas por los señoríos aymaras que poblaron la zona alrededor del lago y que se extendieron hacia el norte de Chile y Argentina en el intermedio entre la cultura Tiahuanaco e Inca, es decir entre los años 1200 a 1400 aproximadamente. Ojo que esto no quiere decir que la lengua aymara provenga necesariamente de la zona del lago, sobretodo porque la lengua de los Tiahuanaco era completamente diferente, así que hay teorías que dicen que el idioma proviene ya sea de la zona central del Perú o que se originó al norte de Chile. Como sea que el idioma se estableció junto con esta especie de pequeños reinos esparcidos por toda esta zona y que no estaban en muy buenas relaciones los unos con los otros. Las famosas chullpas de Sillustani es la muestra de estos mausoleos en forma de torres perpendiculares hechas principalmente de piedra encajada perfectamente y sin necesidad de ningún tipo de argamasa o algo que las pegue una con otras. Pero las chullpas de Luquina Chico son de otro señorío, un poco menos vistosas, que no han sido puestas en valor por el estado y que obviamente han sido saqueadas hace muchos, muchos años, como la mayoría de los restos arqueológicos, ya sea durante la época de la conquista o en la época republicana, porque a pesar del interés de preservar el patrimonio cultural desde la independencia del Perú, la enorme cantidad de sitios arqueológicos por resguardar, sumado al proceso casi siempre tardío de incorporarlos a la lista de zonas protegidas, dejaba libre estos lugares al acecho de ladrones, del embate del tiempo y de la desidia de los pobladores.

Pero volvamos a Luquina Chico, a Luis Ascencio y al motivo de este programa, porque las actividades turísticas no tradicionales tienen que ver justamente con las tradiciones de esta comunidad. Cada familia que da servicios de turismo rural comunitario recibe a los turistas en el muelle del pueblo, ya que la forma de llegar es normalmente por el lago. Ahí, Luis con alguno de sus hijos, da la bienvenida y acompaña a los visitantes hasta su casa. Ahí encontrarán habitaciones con baño incluido, en donde las camas son de adobe con el fin de mantener el calor por las noches, y un número imposible de determinar de colchas y frazadas para asegurarse que el frío no sea una preocupación para los turistas. Lógicamente todas estas colchas han sido tejidas por los mismos pobladores de la comunidad.

Una vez instalados, se realizan caminatas por las zonas aledañas, se sub hasta los miradores naturales que dan al lago, siempre acompañado de algún miembro de la familia Ascencio. De regreso a la casa, todo funciona como un reloj: mientras Luis o su hijo Richard cuentan acerca de la historia del pueblo, del negocio del turismo rural comunitario y responden a todas las consultas que se les haga, algunas hijas preparan el almuerzo, otras traen los ingredientes, otras preparan la mesa, mientras las más pequeñas juegan. Pronto es indispensable no sentirse de alguna forma en falta por no participar también de las labores domésticas, cosa que efectivamente sucede. Desde escoger las papas cosechadas en la huerta familiar, hasta acompañar a pastear a las ovejas, el visitante tiene la oportunidad de experimentar lo que significa vivir en Luquina Chico. Claro que a cuatro mil metros de altura tampoco es tan fácil realizar estas labores, por lo que tampoco se le exige tanto al turista. Sin embargo, no deja de ser una experiencia interesante, en especial si nunca lo han hecho antes, ensuciarse las manos para labrar la tierra o participar del mantenimiento y reparaciones de la comunidad. Por supuesto que más de un viajero ha mencionado que su ayuda fue casi nula debido a la poca experiencia, pero la idea de estas actividades no radica necesariamente en ayudar a la comunidad, sino de hacer partícipes a los visitantes de la existencia de un mundo distinto, de un espacio en el que ellos se pueden aventurar e integrar, es un acercamiento al otro, no tanto ya como atractivo turístico sino como ser humano. Se le llama turismo vivencial porque de alguna manera la experiencia vivida en este lugar cambia al turista para siempre.

La comida es sencilla pero muy nutritiva. Basada en papa y quinua, también incluye otros vegetales como la oca, las habas, el olluco, típicos ingredientes andinos. También se incluyen las truchas pescadas antes. Adicionalmente se pueden recolectar plantas y hierbas medicinales que abundan en la zona, tales como eucalipto, diente de león, muña, verbena, para tratar males estomacales, bronquiales, del hígado o de los nervios. Incluso don Luis hace lectura de las hojas de coca.

Pero al final de todas las actividades, después de las caminatas y del viaje en kayak, luego de compartir las tareas domésticas, familiares y tradicionales, no queda más que echarse en una de las hamacas instaladas frente al Lago. Ahí, el microclima creado por el Titicaca hace que casi nunca haya frío durante el día. Es algo singular estar en una de esas hamacas, con los campos de sembrío en el medio, sus animales y al fondo el lago, enorme, imponente, inolvidable… azul.

Go Latin America Podcast es escrito y producido por mí con el apoyo de Janine Soenens y Narowé Lahura. Para este capítulo agradecemos a Nelly Calderón de Balsas Tours y a Richard Ascencio. Por ahora Luquina Chico languidece debido a que el turismo se ha suspendido por completo debido al Covid-19, han retomado sus prácticas agropecuarias en espera del inicio de una nueva normalidad. Recuerda que Luquina Chico es un destino ideal preparado a recibir turistas una vez levantadas las restricciones, en especial por sus espacios abiertos y rigurosos protocolos sanitarios actualizados. Si deseas más información acerca de Luquina Chico, planes de viaje, costos y protocolos sanitarios, comunícate con tu Go Assistant y planea tu viaje de manera personalizada. Somos una producción de Go Latin American Club, tu viaje empieza cuando lo imaginas. Para más información ingresa a golatinamericaclub.com o descarga el app disponible para Android y Apple. Únete al club, tu próxima aventura la viviremos juntos.